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VÍA CRUCIS ESCUELA VENECIANA – S. XVIII
CATEDRAL PADUA
NOVENA ESTACIÓN Jesús cae por
tercera vez
V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del libro de las Lamentaciones 3, 27-32
Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud. Que se
sienta solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca
en el polvo: quizá haya esperanza; que tienda la mejilla a quien lo hiere, que
se harte de oprobios. Porque el Señor no desecha para siempre a los humanos:
si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor.
MEDITACIÓN
¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de
la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se
alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no
deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia?
En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y
maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo
nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su
Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta
suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar
completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué
poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera
para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión.
La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su
Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el
corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie,
eleison – Señor, sálvanos (cf Mt 8,25).
ORACIÓN
Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto
de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más
cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los
empañamos nosotros mismos. Nosotros quienes te traicionamos, no obstante los
gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia:
también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, quedamos en
tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos;
espera que tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido
para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y
puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a
todos.
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Eia mater, fons amoris,
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.
© Copyright 2005 - Libreria
Editrice Vaticana
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